La trufa negra o trufa de invierno está considerada el diamante negro del bosque y la trufa de verano la plata del monte o la hermana fea. La trufa de verano es poco conocida debido a que su valor económico es muy inferior al que se paga por la trufa de invierno, que oscila entre los 50 y 150 euros. A diferencia de las trufas de invierno, las de verano tienen un sabor y un aroma más suave que la trufa negra.
Visualmente, la trufa de verano es muy similar a la de invierno, aunque podemos diferenciarla porque su exterior es mucho más rugoso que la trufa negra. El interior es más blanquecino con tonos avellanados. La trufa de verano se cría en hábitats muy similares a los de la trufa de invierno, aunque la de verano aguanta mejor las temperaturas extremas.
La temporada de la trufa de verano comienza en mayo y finaliza a finales de agosto que es cuando se recogen los mejores ejemplares por su madurez. Las podemos comprar en los mercados frescas o en conserva.
Se encuentra bajo el suelo a menor profundidad que la negra, incluso a veces podemos observar montículos. Pueden llegar a asomar tímidamente a la superficie, pero del mismo modo que ocurre con la trufa de invierno, es vital tener un perro adiestrado para poder localizarla con éxito. Asimismo, en la cocina tiene las mismas aplicaciones que la trufa de invierno aunque debido a la temporada se utiliza mucho más en platos fríos, ensaladas, carpaccios y cremas frias.
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